domingo, 16 de marzo de 2008

Incredula


No se engañó. Su incredulidad no la falló y se encerró entre el blanco de sus cuatro paredes intentando pintarlas de otro color. Nunca había tenido una canción solamente para ella o una soledad acompañada en un miércoles lluvioso. Y es que los secretos siempre habían echo daño a sus oídos o a su boca. No le gustaba susurrar o guardarse para sí sus páginas tachadas de tinta o sus ilusiones tendidas bajo un roto mantel. Y, sin embargo, le tocó guardar con llave todo aquello. Por no clavar un guión casi por empezar en un corazón ajeno al suyo. Dolía, aunque, de todas formas, sabía que desde que ella llegó, su vida nunca la había pertenecido.

No hay comentarios.: