martes, 13 de octubre de 2009

Un momento de hace poco


Por la travesía de los ciegos abro los ojos y veo mis propios funestos,
la mala gloria de los buenos días que me encierran entre sus párpados sin medida.

Me quiebra la ceguera de no poder ser como aquel canto maldito del océano enfurecido,
solamente es de amor en lo que me hago esclavo, un amor de ida y sin retorno, donde siempre despierto crucificado y a ojos cerrados.

Escucho susurras su aroma a tan denegada distancia,
me envuelvo entre mi carne con el alboroto de mis huesos,
respiración incesante, incandescente y húmeda a la vez.

Algún día juntaré las cenizas de mi ciudad añeja y cruzaré por ti en cuanto pueda ver bajo tus párpados mis propias pupilas.

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