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sábado, 23 de febrero de 2008

El tintineo del engaño

Estoy aquí sentada sin más
mis brazos cansados de abrazar,
mi boca seca de alientos
mi palidez flaca me lleva a bordes... solo bordes

Estoy aquí sentada sin más que
estos milagros inacabados,
con promesas que nadie me ha hecho,
con amores que no tuve.

Aquí me encuentras hoy, mañana y siempre.
Muere el llanto dentro de una rendija con polvo,
se detiene el despertador sin manos violentas,
y el segundo vuelve al anterior.

El texto de mis globos oculares sangra,
te baña y tu conciencia aún no se moja...
La in-sabora lengua entre mis pasiones ocultas
me llena de ardor y se quema a sí misma, y a todo dentro
Si,
una pasión quemada.

Como el día a día, tras otros abundantes
finjo la estima esqueleto andante,
actuando la sonrisa que protege,
interpreto la dolencia del mártir
en que transeúntes colocan su fe,
en que extraños observan y me dejan ir,
en que todos y tu y nadie aprecia sin saber que aprecia,
interpreto, interpreto sin mortificar al espíritu,
hasta encontrarme la vista en un espejo,
hallar mis cabellos mintiéndome,
mis ojos burlándose de todos, de ti y nadie
y a veces de mi.

Mírame, de lejos, no te acerques
¿Ves? Sentada, si, dulce y apacible.
La comisura de mi pasado insinúa sombras,
un eclipse tamaño universal,
y espacios infinitos que gotean suspiros.

Sigo sentada.
No, el viento impetuoso me acarició,
me robó mi último equilibrio,
las hojas deshicieron mis pies,
creo que estoy hincada...

Si... dulce y apacible.
Tal vez estas palabras me roben
mi última fuerza y la tierra me coma,
si,
y muero entonces.

Si.