miércoles, 27 de febrero de 2008

Una noche, terminado el libro Tiempo de Alacranes. BERNARDO FERNANDEZ....

Bernardo Fernández no ha escrito la gran novela mexicana. Tiempo de Alacranes no pasará a la Historia por su originalidad, mucho menos como parte aguas que desenmascare las actividades de los Capos en el país. Mas esa no es la intención de esta novela…

Bien pudiera convertirse en una película western, un road, donde las historias de los camioneros y transportistas están servidas antes de poder entrar a la cantina y pedir una Tecate o una Carta Blanca. Alguna de esas cervezas que sólo hay al norte del país.

Se pinta como una historia con el característico humor negro mexicano: con ese “valemadrismo”, la buena ventura propia de los personajes de esta novela.

Bernardo Fernández (mejor conocido como Bef), bebe de diversas fuentes literarias, “comiqueras” y cinematográficas para componer esta novela que no engaña a nadie y atesora las impugnables virtudes del mexicano norteño.

Propone un estimable ritmo narrativo, con una clara transición entre sus capítulos, como si al termino de cada uno, éste se fuera a fade out para iniciar el siguiente con un fade in, con una toma panorámica de lo que esta ocurriendo.

La historia transcurre en gran parte, en el norte de la República (Coahuila, Chihuahua, Nuevo León y Sinaloa): las zonas donde el narcotráfico es ya un estilo de vida; donde algunos niños crecen con la esperanza de querer ser narcotraficantes de grandes; así como algunos otros sueñan con ser licenciados, ingenieros… algo común, sin ser temible, pero sí respetado.

A base de un enredo, vincula a múltiples personajes: dos hijos de narcotraficantes estudiando en Canadá; un joven agresivo en quien se ve reflejado el Güero, un matón ablandado en su último trabajo al ver la figura de un excelente padre (se puede adivinar la falta de la figura paterna en la vida del Güero, el anhelo de tenerla o llegar a ser la semblanza del padre modelo); un jefe de cartel; dos matones con poca suerte—Tamés y el Gordo—; un compadre borracho, su mujer desatendida… Parecerá muy fantasioso el estilo de vida de estas personas; aunque claro está, si se considera el vivir en el centro de la nada, todos estos personajes tienen un dote único y cómico. Sin embargo, es un estilo de vida ya muy marcado en las regiones desérticas del país, un modelo muy característico de la vida “del norte.”

Bernardo Fernández consigue convertir la figura del matón en un héroe-antihéroe, consumido por sus propias pasiones y deseos; relatado como el más temible, el mejor sicario de todos los tiempos; convirtiéndose en una persona sensible, saciado de tanta sangre ajena.

Bef, al final de tanta coincidencia, deja una sensación de querer ir a tomar una Tecate con el Güero en el bar más empolvado de Durango, Tijuana o Monterrey.

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